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Almudena Solana

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Sin título (creo) Rebeca (7 años)

 

No te he deseado feliz año pero es que prefiero hacerlo un jueves cualquiera, cuando ha coincidido, unos días antes del día capicúa; ese 11 de febrero del 2011 que nos espera. Deseo más cabeza y, sin embargo, mucha más imaginación. Deseo respeto ante las fantasías y que nadie robe su propiedad, ni la cuestione siquiera, como no se cuestiona ninguna otra.... Una vez, Manuel Vicent me dijo que somos propietarios de fincas, pequeñas fincas del tamaño de un libro. Él, todo un terrateniente, presenta estos días, "Aguirre. el magnífico".

Sí, deseo para este año más cabeza e imaginación. Como apunta Chesterton en uno de sus ensayos, "La estrechez de la novedad", necesitamos una imaginación verdaderamente divina que haga nuevas todas las cosas, porque todas las cosas han sido nuevas alguna vez. Esa, en el fondo, es la clave del amor y de la vida misma. Necesitamos una nueva facultad mental que no deje al consumo de lo último como paradigma único de todas las sabidurías, y sí, en cambio, se detenga (también) ante el cuidado de lo añejo, buscando nuevas vidas, nuevos brillos que una vez existieron porque nunca mueren del todo. Brindo por la inteligencia, esa que se utiliza para guiar el comportamiento en nuevas direcciones.

No creo que sean las estrecheces las que traen la estrechez en nuestra mente. Hay que cambiar. Todo. Eso es lo que te deseo en Año Nuevo; hoy mismo. Cada día es nuevo, irrepetible, importante. Feliz Año. Te lo digo con todos los honores de Nochevieja pero un día cualquiera, cuando el pensamiento, sin atropellos, también puede bailar con la serpentina.

Publicado el 27/1/2011 a las 12:18

Etiquetas: Pensamiento, Literatura, Chesterton, estrechez y novedad.

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Huellas.

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  Leo a Chesterton; la arquitectura, dice, es el alfabeto de los gigantes, el más grande sistema de símbolos jamás concebido. La novela me parece otro gran edificio arquitectónico, igualmente complejo. Nos acerca, en cambio, al alfabeto de lo cercano, lo que se abraza. Siempre he admirado a los arquitectos; tienen la posibilidad de idear esa casa de sus sueños donde poder refugiarse del mundo de las cosas grandes. Una casa en las que todo, vigas, trastos, puertas; seres y enseres, se comprendan.

Es verdad, Chesterton, el hombre ha hecho cosas casi demasiado grandes para que pueda medirlas su imaginación.

Yo, en cambio, prefiero las ruinas, esos restos que ya no planean hacia la atmósfera -tal vez nunca lo hicieron- pero sus piedras no ceden la dignidad del anclaje a tierra. Siguen ahí, reconociendo que son un deshecho de oportunidades que no truncaron pero tampoco caen del todo.

Un gran edificio arquitectónico está bien -aparentemente- hasta que debe ser demolido para que otra letra grande del espacio se proyecte. No hay huella. Si acaso, los planos de lo que  fue cuando era proyectado. Pero el paso del tiempo, hasta su desaparición, no le afecta. Muere de pie, aparentemente joven.

Las casas viejas, en cambio, mantienen la lozanía de los que esperan con optimismo. Por eso son deshechos de oportunidades que nunca se van del todo.

Publicado el 15/2/2010 a las 14:45

Etiquetas: ARQUITECTURA, LITERATURA, CHESTERTON, PENSAMIENTO

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