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Almudena Solana

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Oficina de vacaciones

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  Estoy en Los Angeles, trabajando, en un despacho de alguien que ahora mismo está de vacaciones. Trabajar en un despacho que no es de uno es una experiencia relajante porque nada se te rebela; te da igual que haya cosas que te resultan ajenas por ejemplo, una caja de cartón, de esas que esconden tisúes suaves o unos auriculares, un ordenador apagado o pastillas de menta.

Hay veces que las vacaciones para quien escribe sólo dan permiso para decir adiós al islote propio de trabajo, a su jauría de papeles y manías. Lo demás se va con uno; sin maleta.

En esta mesa prestada dentro de este despacho prestado en esta oficina de Beverly Hills en silencio en la que, además, alguien te ofrece al llegar un café con leche sin lactosa y suave sabor a vainilla, trabajo bien. Es mi oficina de vacaciones. Descanso de mis lápices afilados, descanso de decirme que quisiera ser ordenada, descanso de las cosas inútiles que me da pena quitar de mi mesa y, en definitiva me lanzo a disfrutar de las cosas inútiles que tiene otra persona que no soy yo. Veo su bola grande de cristal, su cuadro sobre la evolución de las emociones, su calendario, sus bolígrafos con pompones mejicanos, los regalos de sus hijos pequeños, sus fotos, sus reconocimientos,... Veo lo que se muestra, nada me importa más allá de estos propósitos.

George Perec escribió bastante sobre las cosas; también en particular sobre los objetos que ocupaban su mesa de trabajo. Precisamente su libro, "Pensar, clasificar" (Ed.Gedisa) me hizo recordar estas palabras en el avión...

Estar aquí, en esta mesa de trabajo ajena, en medio de objetos útiles, inútiles e imprescindibles para otro es como estar en un apartamento de vacaciones, descansando de mis propios objetos. Descanso de mis objetos útiles para el trabajo, descanso de los que son útiles en general, descanso de los que son útiles para otras cosas (lima de uñas en un lateral de la mesa, crema de manos), o de los inútiles directamente...

Nada es mío, nada me estorba; todo me acompaña. Café con leche, portátil. Y a trabajar en paz. Que todo siga su curso en este vientre de alquiler.

Publicado el 10/7/2011 a las 20:30

Etiquetas: trabajo, literatura, georges Perec

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