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Almudena Solana

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La importancia de lo inútil.

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 ¨The importance of the useless¨ will be the title of my Lecture taking place at the John Fowles Creative Center at Chapman University celebrating the XX anniversary (Orange County, CA)

An honor that I get to share with you 

Information here.

 

 

¨The importance of the useless¨  será el título de mi Lectura en el XX Aniversario del Centro de Creación Literaria John Fowles, de la Universidad de Chapman, en Orange County, California.

Un honor que comparto contigo.

Información aquí. 

Publicado el 06/5/2017 a las 02:20

Etiquetas: Chapman University, Los Angeles, Literatura, John Fowles

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PERPLEJIDAD

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 La salud de mi Mac OX , es normal.

 Salud, normal, se lee en la pantalla.

 Todo es normal, aparentemente. La perplejidad es otra cosa; se esconde detrás de cualquier aparato, o lugar, y en nada es normal. No lo es para mi.

 La perplejidad es algo que no está resuelto del todo; es algarabía mental, alboroto, confusión.

 Esta puerta con cerrojo está al lado de mi casa, en Los Ángeles. Paso cada día delante de ella y cada día me pregunto cuál es la función de su cerradura. A veces atravieso la puerta por sus lados, es una tentación irresistible. En el fondo, no deja de ser una puerta, ¡tan literaria….!  Estás con un pie dentro, pero con uno fuera también. Las paredes son invisibles, sólo están sobreentendidas, dibujadas en los límites de la mente de cada cual.

 La incredulidad ante lo aparente, como esa puerta aislada, sin motivo ni función, me vence. Lo que me cuentan los humanos, por extraño que parezca, lo creo (o quiero creer) casi siempre. Sin embargo, la apariencia sin voz: los objetos, las cosas, el paisaje  (y muchas personas aquí, tan cosificadas) revuelven en mi el origen mismo de la perplejidad.

 La vida es confrontación permanente entre lo  que uno ve y lo que cree ver o entender. La vida es una puesta a punto permanente entre estos dos puntos distantes. Una puerta cualquiera sin rendijas, sin paredes, al jardín del entendimiento.

Publicado el 05/5/2016 a las 18:48

Etiquetas: Perplejidad, vida, literatura, entendimiento, Los Angeles

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Día el Libro

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El día del libro es un buen momento para recordar a los políticos que la gran revolución, ésa que está pendiente, vendrá con las Humanidades, tan castigadas… Porque si algo demuestra alguien que lee o escribe ficción es que, personaje a personaje,  sabe ponerse en el lugar del otro y, tan solo por esto, la clase política debería leer más.

Me preguntaron qué cambiaría del Día Libro para un reportaje.

Ay...

Si escribir un libro es una acción de valentía, imaginación y mucho esfuerzo, la celebración de su día no puede quedarse lejos de ese punto de partida.  Empezaría por un ejercicio de sinceridad, eliminando las poses de los que se creen que leen, pero no leen. Las poses de los que leen y lo restriegan, y las poses  de algunos de los intermediarios que preconizan o concluyen sin haber leído nada de lo que juzgan… Después, daría voz a los que que quieren leer pero se sienten atemorizados por todos los anteriores.

Luego, me preguntaría… ¿Por qué los chavales (que leen) no se recomiendan entre ellos un libro, pero si una película o una canción? ¿Qué está pasando? ¿Por qué los que sí leen están en "la otra calle", en las redes sociales? 

Buen día! 

Publicado el 23/4/2016 a las 23:19

Etiquetas: Día del Libro, literatura.

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Recuerdos de una convsersación literaria

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¿Y el mar? Desde el Océano Pacífico recuerdo una conversación del mar.  El mar es la esperanza en uno mismo; así nos prometía Claudio Magris en algún momento, cuando al principio de la lectura de Otro mar yo, ilusa, disfrutaba con las similitudes que hacía el autor entre la filosofía y la música, y creía que ese mar, el que alberga a los peces “que pecan menos que los hombres”  incluso podría tener extrañas similitudes con Montedidio (Erri de Luca) si uno, con cierta imaginación, pensaba en las lágrimas como agua sanadora, la primera gota de cualquier mar… “Todos los ojos necesitan lágrimas para ver”.

Pero no, en Otro mar, las aguas, ya vengan de playas rojas o mares del color azul metálico, son inactivas. Por mucho que se quiera reflejar la pérdida de las ilusiones de los intelectuales europeos en las primeras décadas del siglo XX, la pelota en el mar nunca se mueve, porque aunque este mar suba o baje, nos dice Magris, la pelota queda quieta en el mismo sitio; “el mar es un gran esplendor inalcanzable, nada deja huella en él: los brazos que nadan no lo abrazan, lo alejan y lo pierden, él no se entrega …” Creo que obligación de un autor es dejar siempre cierta rendija para que se cuele el aire, o para que haya filtraciones de agua si seguimos con el término; hace falta la esperanza, más allá de un sermón inteligentemente escrito, pero sermón agorero, negro como las aguas del océano para Homero, de las que también nos habla Magris.

 En las páginas finales, sin embargo, Magris nos habla de un mundo feliz; Enrico está feliz como nunca lo ha estado… ¡Pues que suerte tiene! Porque quien lo lee no se lo cree, y se quedó para los restos. Además ¿qué clase de felicidad es esa si solo consiste en que el mundo se aplaque?

 Después de tanto viaje, en su búsqueda de libertad, aunque viajar es morir, nos lo deja bien claro; después de confiar en el mar como solo uno puede confiar en uno mismo, después de aspirar a ver todos esos deseos que se nos prometen y no llegan, y después de aceptar con el autor que la civilización es, como la jardinería, el arte de podar… Veo que lo que queda después de esa poda es, nada. El más puro nihilismo. No es justo. Es, comentábamos el otro día, como si te hubiera tocado un pestiño al lado en una cena, y te hubiera recalcado toda la negrura que nos rodea. La literatura sin participación lectora y sin su misión transformadora carece de tanto sentido para mi.

No es menos gris el mundo de 1945 de Montedidio pero, con la vida triste, como vemos con María, uno no se puede quedar con los brazos cruzados... Además, "se necesitan zapatos, la gente se quiere casar... Cada uno de nosotros tiene un ángel, y los peces revolotean alrededor". Después de una eterna aguadilla en el Otro Mar de Magris, aquí los -bellísimos- pensamientos "se desahogan" y yo, al fin, respiro también. No hablo de calidades -nunca lo haría- sino de oxígeno y descomprensión.

Publicado el 11/11/2015 a las 20:00

Etiquetas: Literatura, Magris, Erri de Luca, Mar, Los Angeles 5

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Sueños de segunda mano

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Se cumple un mes de mi estancia en una casa con portal y suelo industrialmente alfombrado con algo que no es alfombra pero tampoco moqueta sino algo más, algo que, por añadidura, huele siempre a suavizante de vainilla.

Hoy es el primer día en que uno tiene ganas de recogerse en casa. A veces la temperatura es inverosímil en Los Ángeles porque no se pronuncia; da igual el exterior que el interior porque siempre hay exacta templanza o destemplanza a un lado u otro de las puertas. Esto, ciertamente, es lo que más me desubica en mi nuevo entorno, algo tan sencillo como esto… Que no sabes si estás dentro o fuera; y eso se extiende a la realidad, y a la ficción.

La vida es un laberinto entre la verdad y la mentira o, mejor dicho, entre lo creíble y lo increíble, que parece lo mismo, pero no lo es.  Al mismo tiempo, es fabuloso admitir que aquí, lo más inverosímil y esperpéntico, puede ser verdad, y lo más sencillo y verosímil, en cambio, tanto se sobreentiende que hasta desaparece, se esfuma entre ángeles.

El apartamento 303 equidista a justa distancia entre el cuarto de la negrura y el de la blancura, todo en el mismo hall, muy amplio, y que en nada muestra al visitante ocasional los lugares más cotidianos. El primero es el cuarto escondido donde se vuelca la basura a una boca enorme y aquél otro, en cambio, de pintura color crema en las paredes, es el lugar en el que se lava y se centrifuga casi profesionalmente la ropa por un total de dos dólares cincuenta centavos las dos operaciones.

La boca negra, en uno de los extremos de la planta tres, se acciona en una operación rutinaria pero difícil, porque hay rutinas que nunca se acomodan a uno. Esto es: Se accede de medio lado a una estancia mínima y ahí, medio introducido el cuerpo, se ha de apretar un pedal con la pierna derecha que consiguió entrar al habitáculo mientras se ha de conseguir sujetar la puerta con la mano izquierda sin perder de vista la propia basura que quieres perder para siempre. Ante esta pequeña sala de los horrores, la mano izquierda si sabe lo que está haciendo la mano derecha, y al revés. Hay que aplicarse para que la secuencia transcurra rápido y un tobogán camuflado precipite las inmundicias hacia abajo en abrupta comodidad.

 Fuera, en el mágico frontal de la casa rodeado de verde que nada sabe de suciedad ni lejía, todo es palmera y liquidámbar, y sueños rodeados de picante, animales de todos los colores, caramelos y bolsas crujientes de patatas chips que bien recuerdan los paisajes humanos de Toni Morrison, por ejemplo, en The bluest eyes.

Aquí detrás, en el mínimo cuarto de la  basura están los envoltorios de todos esos sueños que me recuerdan el título de un cuadro recientemente descubierto en el LACMA: “Sueños de segunda mano”. Así son también las pestañas postizas que aletean tiesas y contentas por las calles y, entre párpados, anticipan rígidos movimientos que, en cambio, se veneran como auténticas genuflexiones, más sentidas incluso que un espeso aleteo de pestañas de pelo color café. Asisto a algo cierto cada día: Sólo lo creíble forma un nuevo paisaje. 

Publicado el 04/11/2015 a las 09:00

Etiquetas: Los Angeles 4, Literatura, verdad, verosímil, mentira, sueños

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