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Recuerdos de una convsersación literaria

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¿Y el mar? Desde el Océano Pacífico recuerdo una conversación del mar.  El mar es la esperanza en uno mismo; así nos prometía Claudio Magris en algún momento, cuando al principio de la lectura de Otro mar yo, ilusa, disfrutaba con las similitudes que hacía el autor entre la filosofía y la música, y creía que ese mar, el que alberga a los peces “que pecan menos que los hombres”  incluso podría tener extrañas similitudes con Montedidio (Erri de Luca) si uno, con cierta imaginación, pensaba en las lágrimas como agua sanadora, la primera gota de cualquier mar… “Todos los ojos necesitan lágrimas para ver”.

Pero no, en Otro mar, las aguas, ya vengan de playas rojas o mares del color azul metálico, son inactivas. Por mucho que se quiera reflejar la pérdida de las ilusiones de los intelectuales europeos en las primeras décadas del siglo XX, la pelota en el mar nunca se mueve, porque aunque este mar suba o baje, nos dice Magris, la pelota queda quieta en el mismo sitio; “el mar es un gran esplendor inalcanzable, nada deja huella en él: los brazos que nadan no lo abrazan, lo alejan y lo pierden, él no se entrega …” Creo que obligación de un autor es dejar siempre cierta rendija para que se cuele el aire, o para que haya filtraciones de agua si seguimos con el término; hace falta la esperanza, más allá de un sermón inteligentemente escrito, pero sermón agorero, negro como las aguas del océano para Homero, de las que también nos habla Magris.

 En las páginas finales, sin embargo, Magris nos habla de un mundo feliz; Enrico está feliz como nunca lo ha estado… ¡Pues que suerte tiene! Porque quien lo lee no se lo cree, y se quedó para los restos. Además ¿qué clase de felicidad es esa si solo consiste en que el mundo se aplaque?

 Después de tanto viaje, en su búsqueda de libertad, aunque viajar es morir, nos lo deja bien claro; después de confiar en el mar como solo uno puede confiar en uno mismo, después de aspirar a ver todos esos deseos que se nos prometen y no llegan, y después de aceptar con el autor que la civilización es, como la jardinería, el arte de podar… Veo que lo que queda después de esa poda es, nada. El más puro nihilismo. No es justo. Es, comentábamos el otro día, como si te hubiera tocado un pestiño al lado en una cena, y te hubiera recalcado toda la negrura que nos rodea. La literatura sin participación lectora y sin su misión transformadora carece de tanto sentido para mi.

No es menos gris el mundo de 1945 de Montedidio pero, con la vida triste, como vemos con María, uno no se puede quedar con los brazos cruzados... Además, "se necesitan zapatos, la gente se quiere casar... Cada uno de nosotros tiene un ángel, y los peces revolotean alrededor". Después de una eterna aguadilla en el Otro Mar de Magris, aquí los -bellísimos- pensamientos "se desahogan" y yo, al fin, respiro también. No hablo de calidades -nunca lo haría- sino de oxígeno y descomprensión.

Publicado el 11/11/2015 a las 20:00

Etiquetas: Literatura, Magris, Erri de Luca, Mar, Los Angeles 5

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