Hay palabras que acumulan mucho pasado y poco presente; así se dice en el libro "Palabras moribundas", de Alex Grijelmo y Pilar Gª Mouton. De todas ellas me quedo con una de esas que apenas nadie usa ya: cabás.
El Cabás está en nuestro diccionario desde el año 1936; entonces ya se decía que era un maletín de mano. Cayó en manos de los parvulitos del colegio, y esa palabra se convirtió después en una de las que llenan de cariño la boca sólo con nombrarla: C-a-b-á-s. Esto, que parece poco, sólo lo consiguen las palabras que son capaces de encerrar en sí muchos tesoros.
Este es mi cabás. Está viejo, como la palabra pero no creo que yo lo tire nunca porque reúne en él mi amor por los objetos y las palabras. Lo compré con los ahorros que salieron de otra palabra mágica: Hucha. Recuerdo que me costó 575 pesetas, algo menos de 6 euros; una cantidad de dinero bastante elevada para una niña de provincias que quería llevar una caja de lata but chic, con un termo dentro y que, a su vez, aún admitía en su interior muchas minucias que recordaran que aquello, en realidad, era un bolso también.
Hoy existe la mochila que, la verdad, es una palabra fea, aunque más feo es el objeto al que representa. Mochilas con ruedas, sin ruedas... bah... Viva el cabás. Tris tras. Las palabras, como los rockeros, nunca mueren.
Publicado el 20/2/2012 a las 21:17
Etiquetas: GRAMATICA, PALABRAS, CABÁS
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