Caí al asiento como se cae a los asientos de los aviones, con sobreabundancia de no sabría decirte qué. Prisa y calma a la vez.
Mil chismes y algunos objetos valiosos, indispensables,... fosilizados a mi propia existencia, me han acompañado en su despoje en los últimos meses porque este viaje ha comenzado de una manera especial … Y esto es así desde el momento en el que uno decide volar sin peso en las alas.
El despoje, por tanto, vino antes del despegue… Y todo ello sin que haya habido desapego por nada, solo liberación.
Los libros (algunos miles) se donan, las cosas se ceden, los enseres se traspasan, los tesoros, se guardan (siempre)… La vida, en definitiva, se comparte desde los objetos que le han acompañado a uno tanto tiempo.
No sé en qué momento el pájaro de madera abandonó el cuco de la pared y se vino a mi bolsillo. Ahí apareció cuando bajé la bandeja en el avión de Iberia que me trajo a Los Ángeles. Fue listo porque pronto construyó su nido entre las telas de mi pañuelo autobiográfico.
- Cuantas alas en tan poco espacio… Pensé.
El avión, el pájaro, el pañuelo y yo, despegamos juntos. Es justo reconocer que estos han sido mis credenciales, mis compañeros de viaje; el arranque del viaje en si mismo. Y hablar de ello ahora cuando ya la ciudad de LA te invade desde su calor y su energía es saber reconocer cómo llegó uno a este Océano. Llegó sabiendo que la vida es un viaje, que el mundo es un pañuelo, y que la vida sorprende, siempre.
Me siento viajera incluso desde un mínimo trayecto en un autobús municipal, yendo , por ejemplo, de Callao a la calle Princesa… El mundo es apabullante en cualquier acera local. Por la misma razón, tal vez ahora, me siento muy local en un viaje tan descomunal, ante una iniciativa tan tremenda: continuar con un pedazo del resto de mi vida en la otra parte del globo. Y, sin embargo, el mundo es pequeño.
Me gusta mucho volar, la vida se vuelve ingrávida y se llena de palpitaciones insonoras. Ahora no más que otras veces. Pensé que ante un viaje como este Madrid-Los Ángeles, sin billete de regreso, ahora mi estómago se convertiría en una centrifugadora. Sin embargo, nada ocurrió, bueno sí; ese pequeño pájaro de madera desplegó sus alas conmigo y mis alas de tela le dieron cobijo. Y la vida, continúa con enérgica tranquilidad y con toda esa alegría que se esconde siempre detrás de lo que queda por hacer, y por venir.
Publicado el 24/9/2015 a las 20:45
Etiquetas: Los Angeles.Objetos
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