En el cuento de Charles Perrault, "Caperucita Roja" se asustó al ver los dientes tan grandes del lobo feroz. ¡Para comerte mejor! Le respondía el lobo. El otro animal, Tiger, en cambio, sonríe mostrando sus dientes que casi no caben en el Wall Street Journal con el que desayuné el sábado en Atlanta, EEUU. Su sonrisa acompañó la mantequilla de cacahuete sobre el pan. Y el artículo, también. ¿Por qué las estrellas nos hacen sentirnos tan pequeños? Decía el titular.
¿Empequeñecen? Sus dientes tienen que ser cada vez más grandes y blancos para llamar la atención y para.... comernos mejor.
Me maravilla cómo la gente se reinventa. Lloró meses atrás, abandonó; se fue directo a una clínica de adictos al sexo y pidió perdón por sus infidelidades al lado de su madre. Y ahora vuelve a mostrar los dientes de tigre en su regreso al green, en Augusta. Y ni el esperpento de su puesta en escena ni la acidez de su propio estómago se ven.
El tigre vuelve y el lobo, aquél que era feroz en el cuento, está más desdentado que la abuelita. Hoy no eres nadie si no muestras blancura en unos dientes grandes, esa es la verdadera zarpa. La grisalla está detrás, debajo de la lengua.
Publicado el 08/4/2010 a las 12:28
Etiquetas: PENSAMIENTO, ACTUALIDAD, EEUU, GOLF
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