Allá voy, India. Será magnífico estar en la Universidad de Nueva Delhi. Acepté hace mucho la invitación del Instituto Cervantes. Días antes de salir llega lo que nunca tenía que haber llegado. Este atentado brutal en Bombay. Y no entiendes.
Cuando vaya a la India me gustaría decir que mi piel no puede ser más oscura, aunque me esfuerce, que mis creencias y mis raíces son la suma de muchas cosas, y que el color de los ojos no esconde nada más allá de la claridad. Me gustará mezclarme en el mercado de las flores y dar saltos entre especias de mil colores. Nadie me lo puede arrebatar.
Cuando se ven las imágenes de cualquier brutalidad existe siempre un fuerte lazo en la comunidad internacional ante la indignación. Pero luego, cuando la pena se desvanece, siempre me pregunto por qué sólo queda como recuerdo algo parecido a una vela derretida.
La tristeza global tiene que servir para mucho más que eso.
La tristeza global está por descubrirse en lo que tendría de energía potencial. En eso, pobres y ricos, nadie está exento. No habría G20, porque tristes, estamos todos.
Publicado el 28/11/2008 a las 14:37
Etiquetas: actualidad. India.
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