Las cosas tienen vida. Los muñecos también tienen su morgue, pero al revés. Primero están hacinados y luego nacen. Hay incluso muñecos de plástico que levantan la mano, y piden una oportunidad.
Los muñecos son pequeñas personas, pero no nacen solas sino en compañía de otros tantos. Por eso apenas reciben cuidados cuando llegan al mundo; unos cuantos cachetes y los tiran al montón. Tienen toda la vida de plástico por delante para intentar ser únicos.
Las cosas deben tener algún tipo de conciencia porque hablan; dependen plenamente de nuestra voluntad. Y eso, que también se podría aplicar a las máquinas, no es lo mismo en realidad. Un muñeco robot que consigue hablar dice menos cosas que uno de cartón o plástico. Y aún mejor los que no son de ningún material; los muñecos que están en la imaginación. Cuando de niña regañaba a mis muñecas, no entendía por qué seguían con la misma cara. ¡Ni pestañeaban ante un gran enfado por mi parte si se habían portado mal! Seguían mirándome de frente, como si nada. Ahí empecé a escribir, a fabular... Era necesario transformar sus caras, darles vida de otra manera. Ellas, en mi cabeza, reían, lloraban,... vivían largas tardes conmigo.
Felices Reyes Magos. Pero,...
- - Hey. -Aún hay otro muñeco que levanta la mano. Lo he pasado mal hasta que he llegado a tu casa; golpes, viajes, embalajes, contenedores, mareos en el mar... Ahora ya estoy contigo. Hey. Háblame; abrázame, por favor.