Cuando se viaja se comparte el tiempo con caras nuevas, nuevos rasgos, otras culturas. Estoy lanzada en la aventura de recorrer Bulgaria; Aquí estoy, ahora, por los Balcanes y, sin embargo, muy rápido, te cuento esto. ¿El qué?
Que en este viaje es la primera vez que he tenido la sensación de conocer gente que ya murió; te saludan desde las puertas de las casas así, en fotografías como ésta. Son los obituarios, tan presentes en esta tierra de inmensos bosques y, tal vez, delicados ataúdes.
Me hubiera encantado conocer a esta mujer; murió hace dos años, según se descifra. No sé su nombre pero conserva la lozanía de las mujeres de esos cuentos de granjeras frondosas que iban siempre con el cántaro de leche, la pañoleta en la cabeza, y la mirada limpia.
Después de esta mujer he visto a tantos otros, personas que desde la muerte saludan con su mejor foto en el recuerdo de sus familias. Y los pinchan a la puerta, adheridos a un papel. Y algunos pasamos delante. Y nos paramos a hablar.
La vida también es de los muertos.
Ella, desde el segundo aniversario de su muerte, se ha encontrado conmigo y llega hasta ti. Os presento: aquí una maravillosa desconocida de los Balcanes, aquí... unos amigos.