La esencia del americano está en la hamburguesa. Podría hablar de la obesidad que genera la comida basura y los achaques que promete ese queso amenazante que nos mira como si fueran colmillos de dolor derretido. Pero no, quiero hablar del entusiasmo que simboliza esa grasa.
Sí, si yo fuera el Señor Obama (que sabe muy bien cómo entusiasmar) hablaría del significado universal de la hamburguesa.... No puede haber mensaje más populista en su tierra. Pero es que encima, bien mirado, la esencia del norteamericano es eso: el entusiasmo ante una hamburguesa intacta (luego empiezan a comer, con las mayonesas y los ketchup escurriendo por los labios mientras comen y se estropea todo)
Pero volvamos al entusiasmo.
El norteamericano come cada hamburguesa como si fuera la primera de toda su vida. Cada pieza de éstas, ya sea doble, con queso, sin queso... Simboliza el entusiasmo, como si la ansiada hamburguesa fuera un vino recién escanciado y reposado después de haber estado en barrica veinte años... Y yo, ante eso, la verdad, me quito el sombrero. ¿Y por qué me lo quito? Porque ¡comen hamburguesas bastante a menudo, casi diariamente, y siempre están expectantes como si fuera la primera vez...! ¿No hay material aquí Señor Obama?
¿Quién no desea que el amor sea como el del primer día; que los zapatos sigan brillando como la primera vez que se probaron en la tienda? ¿Quién no volvería al entusiasmo de aquella primera vez en la que, un niño, venció el miedo en la piscina y, al fin, consiguió tirarse desde el trampolín? ¿Quién no recuerda el primer espaldarazo de entusiasmo del profesor en el colegio ante una lección bien sabida?
La hamburguesa es el patito feo tratado cada día como un cisne ; ¿No tiene suerte esa carne roja envuelta en pepinillos? Yo no consigo encontrarle el encantamiento más allá de ese papel crujiente en el que está envuelta... Pero, sin embargo, cada vez que regreso a EE.UU, da lo mismo si Este u Oeste, Norte o Sur, observo el entusiasmo de los bocados a mi alrededor... Porque, que una sociedad, atiborrada a hamburguesas, abra cada día sus fauces para comer otra más como si fuera el mayor elixir no antes conocido... Es que, no sé si me explico, señor Obama, usted ya tiene mucho avanzado...
Ahora sólo falta quitar la grasa, la obesidad, el ansia, el colesterol, ... y quedarse únicamente con esa emoción incombustible, no erosionada por nada. Y trabajar con ella.