Que venga Jorge Edwards a Madrid siempre es un motivo de alegría aunque tengo la fortuna de estar en contacto con él de manera muy regular. Decir que es mi amigo, es poco. Decir que es mi Maestro, se acerca más, aunque tampoco. Es un término demasiado gótico para un narrador que es capaz de recordar lo que alguien dijo una vez, y es que "los escritores sólo conocemos el arte musical y literario, dicho sea de paso, el tema y las variaciones".
¿Qué más hace falta conocer?
Leer el primer libro de las memorias de Jorge Edwards, "Los círculos morados" es disfrutar de esa magia, tan suya, la que nos lleva a imaginar a alguno de sus personajes, por ejemplo el que habla con esas frases lentas "que hacen juego con chaquetas cruzadas a rayas y pañuelos fantasía". Los círculos son morados, y ya me quedé quieta, cuando supe de este título hace tiempo... Igual que cuando una de sus narraciones comienza "los días miércoles". Tal vez es amor ciergo, pero no me hace falta más; no hacen falta tacones para bailar un buen vals.
Pablo Neruda le dijo al leer "El Patio": "Escribe usted con una curiosa tranquilidad".Es cierto, qué buen halago. Parece que nada le atropella y, sin embargo, de su mano a través de las páginas, el lector se encuentra siempre sentado en primera clase, viviendo hazañas, sin agotarse; mojándose con paños que nunca gotean. Nada rezuma un olor extraño ni cae en el error de los novios nerviosos necesitados de exceso de perfume porque este gentleman de la literatura no necesita mayores adjetivos en sus descripciones. Nos mete en ellas; nos hace aguadillas con sus palabras.
Escucharle estos días en La Fundación Juan March, es un regalo para quien se acerque esta semana, ya sea para escucharle a él solo o en conversación con mi amigo Jorge Eduardo Benavides, de quien estoy deseando empezar a leer "Un asunto sentimental".