"Son los ciudadanos quienes tienen derechos lingüísticos, no los territorios ni mucho menos las lenguas mismas". Este es el principio sobre el que se fundamenta el Manifiesto liderado por Fernando Savater en defensa del castellano. Derecho a recibir una enseñanza en la lengua oficial o co-oficial, el castellano, donde quiera que sea y, por ende, igualmente, derecho a poder trabajar en cualquier parte del Estado español sin que exista la exclusión por no hablar la lengua local.
Sumar es fantástico. Dos, tres, cuatro lenguas... las que se quieran. Pero hay que empezar a sumar asumiendo que lo básico se presupone, es decir, que dentro de esta geografía somos todos iguales en derechos y deberes. En la Universidad, recién llegada a Madrid, conviví con gente de todas procedencias y aquello ya formó parte de mi crecimiento. No puede haber mayor desarrollo que aquel que viene del contraste. Viajar, abrir los ojos, pasearte en el mundo, comunicarte, volver, crecer... Y cuanto más viajas te das cuenta de que somos cuatro en el mundo y vamos a estar aquí cuatro días y... son cuatro las grandes cosas que nos preocupan. ... Es obvio buscar puntos de unión, no de distancia... Lo que se opone a esto es paleto, rancio, excluyente, pobre. Esto se entiende bien en las grandes ciudades, en las que nadie te pregunta los apellidos. Se aprende mucho también siendo nómada.
La defensa de lo propio hasta esa cerrazón que lleva a excluir al de al lado implica, desde luego, empobrecimiento. A mi no me importa que hablen en otros idiomas a mi lado; en absoluto. Cada cual que se exprese como quiera pero, desde luego, no nos quedemos viendo cómo se dan por sentados unos principios lingüísticos impositivos que atacan directamente a la igualdad de toda la población de este país multicultural.
Lo primero que dicen de los niños cuando aprenden idiomas, es que son esponjas. Los mayores también tienen que aprender a ser esponjas, aprendiendo a hablar los idiomas que libremente quieran aprender o quieran practicar; y si lo que quieren aprender es el idioma de la Comunidad en la que viven, perfecto, y si no lo es, pues perfecto también porque existe algo que es una lengua común ques está por encima de todo. El problema que tienen los que levantan la bandera del idioma propio como herramienta de exclusión, es que ya, lejos de ser esponjas, se quedan impermeables para toda la vida. Nada les cala. Y eso es lo peor que te puede pasar.